La Ventana

Hoy Jesús se me acercó y me habló, en el tierno abrazo de un niño, y pude oír su cálida voz, recostado sobre su pecho latente. Fue tan bello sentir el perfume del maestro, fue tan eterno el instante en que me aferró a Él, como la hierba húmeda que nace de la tierra, llena del rocío que cae de su cruz. Hoy lo vislumbré en la música de los hombres, en los afectos, las miradas, las canciones, hoy lo vi cara a cara en un anciano, lleno de vida, de paz, de caminatas. Fue Cristo, fue su humanidad plena, fue su divino amor derramado, como un rey que se viste de carpintero, para trabajar este leño que necesita ser madera.

Como un respiro sin alas encadenado en mi pecho, así son las ansias, los anhelos que me miran de lejos, que me envían soledades vestidas de nostalgia. Es que cuando mi alma te espera y te desea, y los paisajes ajenos  transcurren en mi mirada, me paraliza el dolor de no tenerte y el miedo de estar contigo. Por eso cada noche una lagrima humedece mis sueños, y cada día la sonrisa se vuelve guerra, cómo una espada fría que se hunde en mi palmo. Pero cuando mi rodilla se doblega y llora, cuando mi debilidad se derrumba en tu fortaleza eterna, puedo levantarme con huesos de acero y dar un paso más hacia Ti.